domingo, 3 de febrero de 2013

La vida de un perro urbanita

Tanto Paco como yo, somos perros afortunados. Nuestras amas nos sacan por la mañana, un mini paseo a la hora de comer y hacen un esfuerzo por sacarnos todas las noches entre 30 y 60 minutos.
Sin embargo he de decir - y se que Paco está de acuerdo conmigo - que la vida de un hogar urbanita es poco excitante
Si claro, tenemos una manada con la que paseamos (en la ciudad llaman a a esto pandilla o cuadrilla, pero mi lado salvaje se queda con el concepto manada), tenemos vecinos a los que ladrar y entregas de paquetes en casa a los que atormentar, podemos vigilar el ascensor y yo soy experta en localización de residuos comestibles tanto en casa como en el parque.
Pero cómo comparar éstos pequeños placeres con un paseo sueltos, por el campo, lleno de animalillos más pequeños que yo, a los que perseguir, escarabajos deliciosos que masticar, rastros, piedras, palitos, y otras maravillas difíciles de enumerar.
Con suerte, cae uno o dos fines de semana de campo o playa al mes. A menudo se trata de una pequeña salida con vuelta al hogar en un par de horas, pero los verdaderamente buenos, los geniales, los magníficos son aquellos en los que estás todo el día sin atar, en la calle, y por la mañana o al atardecer te llevan de paseo a ver todo lo que seas capaz de encontrar. 
Además, la familia está contenta - los humanos son unos animalillos muy curiosos que viven en ciudades pero son realmente felices fuera de ellas - y les entran ganas de correr conmigo, tirarme palos, o robarme mis tesoros encontrados.
La vida de un perro urbanita no es muy excitante...hasta que sale al campo y muestra su lado más silvestre. ¡Viva la vida!

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